Presté mi vida
a un bello sueño,
pero se despertó
y quedó deshecho.
Aposté mis años
y al resultar ganador,
abandoné la colecta
en el mostrador.
Me siguieron los tiempos
y todos sus fracasos,
y los míos también,
con sus tristes brazos.
Mil veces prefiero
que olviden mi nombre
a vencer en el juego
que juegan los hombres.
Mil veces prefiero
hacer valer
cada lágrima
y su fútil caer.
Mil veces prefiero
quedarme sin versos
y quedar sin amor
y quedar sin lucero.
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