lunes, 27 de febrero de 2012

El concilio de la Desesperanza.

La conjura de mis sueños
se reúne por vieja promesa
a recordarse unos a otros
de la verdad y la belleza.

¡Brillan a la noche
como estrellas!

¡Cantan al día
como ruiseñores!

Me miran en silencio
y esperan que me les una.

¡No saben que estoy triste,
cansado, sin esperanza alguna!

¡No saben que por protegerlos
de la crueldad y la mentira
se me ha ido ya la vida!

No saben que he caído tan bajo
que me duele el corazón
cuando miro tan arriba sus alturas.

lunes, 20 de febrero de 2012

Ligero.

Allí arriba en el aire,
suspendido en el cielo,

¿Cómo es que vuelas?

¿Es por el cálido empuje del viento,
o por lo liviano de tu pecho?

martes, 14 de febrero de 2012

Última canción de la noche.

Al silencio le canto,
pues me hace compañía
en cada risa y cada llanto,

y canto con alegría
lo que de otros es espanto,

que sale lo mismo la agonía
de herejes que la de santos,
y los hechos que la fantasía.

sábado, 11 de febrero de 2012

Unos versos más como tantos otros.

Siempre salen sin miedo

las estrellas solitarias
al negro vacío celeste,

los acordes de la guitarra
a las melodías más tristes,

el cielo vestido de azul
a recoger todos sus pájaros,

la luz dorada del amanecer
a los días más aciagos,

la risa como norma
a este mundo absurdo,

y el amor más puro
del corazón más yermo.

domingo, 5 de febrero de 2012

Un amor.

Bajo la fronda de un árbol,
entre sombras que se caen de las ramas,
un amor se muere,
despacio.

La tarde llega a su fin,
y arde su rojo final
en el estertor prisionero
del ocaso.

Bajo la fronda del árbol,
errante en el tiempo,
ingenuo y siempre joven,
un amor se muere,
despacio.

Las estrellas comienzan
a caer del cielo
como lágrimas,
despacio.

Aquel amor no quiere morir.
Aquel amor se quiere eterno.
¿Sobrevivirá la noche?
¿O el amanecer lo encontrará
muerto?

Un corazón se apaga,
despacio,
y otro canta,
despacio.

Bajo la fronda de un árbol,
un amor que siempre muere,
se abraza a los cielos
y vivo o muerto,
quiere,
despacio.