Dichosos los pasos
que cruzan la memoria
como si fueran paseantes
de ciudades ilusorias.
En ellos destilan
sus eternos aromas
los vergeles agrestes
del pasado sin forma.
Y van por los espacios
que han quedado abiertos,
y también van por aquellos
que han quedado cerrados.
Suya es la última risa
del tiempo lisonjero,
y suya es la lágrima
que seca al desierto entero.
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