martes, 8 de febrero de 2011

El otro día.

El otro día vi pasar a una mujer
enredando en sus cabellos
a los hilos rojos del atardecer
del horizonte a los destellos.

No me atreví a preguntarle
de qué lugar era que venía,
pues sus pasos hacían alarde
de la más fugitiva hechicería.

No era joven, ni era bella,
pero hablaba como si supiera
los nombres de las estrellas,
y el secreto de sus lumbreras.

El otro día la ví pasar,
y dejé que se fuera,
pues no era mi lugar
digno de que se detuviera.

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