sábado, 11 de diciembre de 2010

Sucedió y sucedía.

El jóven se moría
sin apuro y sin consuelo
de las horas soñadas
en otra compañía.

La jóven se ilusionaba
con un sol
que brillara para ella
y sus ojos iluminara.

Los viejos pedían
segundas chances
en senderos enmalezados
con la maraña de otros días.

Los niños jugaban
a ser grandes
cuando no a ser niños
de grandeza oculta.

Pero eso era ayer.

Hoy solo quedan ruinas y romances.

No hay comentarios:

Publicar un comentario