El jóven se moría
sin apuro y sin consuelo
de las horas soñadas
en otra compañía.
La jóven se ilusionaba
con un sol
que brillara para ella
y sus ojos iluminara.
Los viejos pedían
segundas chances
en senderos enmalezados
con la maraña de otros días.
Los niños jugaban
a ser grandes
cuando no a ser niños
de grandeza oculta.
Pero eso era ayer.
Hoy solo quedan ruinas y romances.
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