lunes, 28 de junio de 2010

Inocentes.

La noche me canta su luna,
el invierno me roba la vida,
el lago me mece en su cuna,
la playa al final se arrima.

Yo los ví desfilar ingenuos
por una ribera de cadalsos
y veranos de mil inviernos
acechando en sus descansos.
Nadie más les vió marcharse,
mejor que hayan sido víctimas
de una suerte inocente,
que de los abismos y cimas.

La noche me canta su luna,
el invierno me roba la vida,
el lago me mece en su cuna,
la playa al final se arrima.

El arrullo de la marea
adormece los espíritus
que al día osaban desafiar
con anciano ímpetu.
Sus palabras se perdieron
entre crestas y zarzales
más allá de mis oídos
prendados de lo imperdonable.

La noche me canta su luna,
el invierno me roba la vida,
el lago me mece en su cuna,
la playa al final se arrima.

Uno es día, uno es tarde,
se fueron por las hileras
sin ruidos ni alardes
de cosechas venideras.
Sus pasos tañeron el arpa
de las arenas y las piedras,
al erial que todo abarca
y alimenta nuestras hiedras.

La noche me canta su luna
de estrellas agradecida
por música que todo abruma;
el invierno me roba la vida
por tributo de cruel alcurnia
y muy primavera hija;
el lago me mece en su cuna,
y mis sueños ilumina
hasta que con aguas desnudas
la playa al final se arrima.

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