Mis pies se posaron
sobre la arena
de aquella playa
de isla serena.
Mis pasos se perdieron
entre los senderos
que hollaban los dioses
que vinieron primero.
Y ellos me vieron
antes de que yo los viera a ellos.
La Verdad me encontró,
y me dijo algo
en un idioma
difuso y vago.
El Amor me saludó,
y me regaló una manzana.
No pude morderla,
de tan bella que estaba.
El Coraje me quiso
regalar su armadura
pero no me hacía falta,
ya había dejado la aventura.
Y luego vino la Compasión
y me rodeó con sus brazos;
y entendí que me faltaba
de muchas lágrimas su trazo.
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