jueves, 11 de agosto de 2011

La Estatua.

En un día gris y cansado
con mi rumbo muy perdido,
en una plaza me encontré
con una estatua de mí mismo.

Estaba sola y quebrada,
mordida por mil días,
esclava eterna de una
pose sin ninguna profecía.

Hasta las hojas doradas
del otoño se habían ido.
Solo quedaba el mármol
del desierto testigo.

¿Era el primer sueño
de un espíritu vanidoso?
¿O era el último paseo
de un fantasma sin reposo?

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