Un dragón nació sin alas,
una montaña cayó rendida,
un sueño despertó para siempre,
y un muerto quedó sin elegía.
En el último compás perdido,
sonando por siempre esperanzado
allí adonde nunca llegaremos,
se esconde un secreto cansado.
Cuando lo oigamos será tarde,
¡Ay de los que lo oíremos!
Pues lo perderemos todo
y el mundo quedará sin crisantemos.
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